Aprendiendo a vivir sin deudas

Como muchas personas, de repente me encontré en una situación en la que gastaba por encima de mis posibilidades. Con 21 años, di a luz a mi hija. Fue una etapa dura: yo no trabajaba y me encargaba de cuidar a mi hija, pero el salario de mi marido apenas nos permitía llegar a fin de mes. Un hijo es un regalo muy caro; a veces teníamos que hacer filigranas para comprar pañales o leche.

El alquiler, las facturas, la comida… los gastos superaban los ingresos; así que decidí pedir el primer préstamo. Así es como entré en la espiral: pagaba una deuda con otra. Al final, comprendí que solicitar nuevos préstamos o créditos no me ayudaría en nada; es más, solo empeoraba la situación.

Nos marcamos un objetivo claro: conseguir ir saldando las deudas poco a poco. Empezamos a comprar con cabeza y evitábamos dejarnos llevar por los impulsos.  Mi pareja, al igual que yo, está pendiente de para qué destinamos cada céntimo. Hemos inculcado en nuestros hijos el hábito de ahorrar. Antes de cada compra, elaboramos una lista y nos ceñimos a ella. Productos como la leche o los pañales deben comprarse con descuentos y a grandes cantidades. También hay que comprar las cantidades de comida justas para que no caduquen.  

 

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